domingo, 22 de noviembre de 2009

¿Ese es un beso?, no; es un Pico nomas¡¡

Cuántas maneras hay hoy en día de referirse al beso. A mis amigos les he oído expresiones que van desde el clásico “me la chapé” o “me la agarré” hasta fórmulas un tanto más barruntas, como “le metí un chapetex”, “le metí un chaplín”, “le apliqué un Charles Chaplin”, o la horripilante “me la jeteé”.

Recuerdo que antes, en pleno ejercicio de la adolescencia, los besos eran ocurrencias más esporádicas y, por lo general, restringidas a personas muy especiales: la enamorada, la chica que estaba cerca de serlo, o la chica a la que te unía una historia particular. Eso era lo normal, lo típico, lo que se estilaba. Lo exótico era más bien eso que ahora es tan común: besar indiscriminadamente, solo porque sí, porque provoca.

Hoy no importa que a quien beses sea una extraña, una anónima, una equis. Es más, el vacilón, muchas veces, consiste justamente en eso, en el contacto provisorio, en el beso vehemente, en el “si te vi no me acuerdo”. Lo que antes solamente sucedía en el contexto de una generosa sesión de ‘botella borracha’ (todos contra todos) ahora sucede a cada rato.

Y ojo que no lo digo a manera de crítica, sino como una modesta observación. Además, no puedo ser tan fresco ni conchudo, porque si bien es cierto que prefiero besar a alguien con quien comparta algo más sustancioso que el simple epidérmico frenesí de una noche enajenada, también es verdad que más de una vez he dado rienda suelta a esas ganas cavernícolas que te incitan a resbalarte por el húmedo tobogán de una boca anónima.

De todos modos, incluso en la circunstancia más extraña o retorcida, cada vez que beso a alguien pongo todo mi afecto y compromiso en eso. Sea corto o largo, apasionado o delicado, blando o rabioso, seco o baboso, oportuno o apresurado, legal o prohibido, un beso siempre hace que me involucre y que deposite en el instante toda mi energía y mis expectativas. No sé si es por sentimental o más bien por calzonudo, pero para mí un beso es el acto físico más poético posible. A diferencia del sexo, donde toda la dinámica se hace explícita y donde hay un natural componente de cachondez y de impudicia, en el beso hay todavía una oportunidad para el intercambio silencioso de mensajes sugerentes. Por eso cada vez que beso a alguien (lo cual acontece menos a menudo de lo que quisiera) ofrezco un comportamiento tierno que en ninguna otra circunstancia podría tener.