lunes, 21 de diciembre de 2009

¿Las promesas que queremos escuchar?

Reflexionando sobre alguna historia "idílica de amor" que escuche en estos días, pude elaborar una pequeña lista de "cosas", "promesas" o como quieran verlo.... que "algunas" veces solemos decir y no creer o creer y no decir o creer por "amor".

- Voy a cambiar (“Sí, Juan”, como diría mi papá).
- Eres la mujer de mi vida (Después de mi mami, de mi ex de mi otra ex ..y de mi perrita Pochita)
- Nadie te amará como yo (felizmente estas coja)
- Nada podrá separarnos (Eso dijeron del Titanic)
- Siempre estaré ahí para ti (ver para creer)
- Tú me completas (extraído de la película “Jerry Maguire”, cuando Tom “media naranja” Cruise quería de vuelta a la esposa con la que se había casado sin amor)
- Esta vez va a ser diferente (¿Cómo?)
- Tú siempre serás la primera (¿y qué hacemos con la segunda y la tercera?, ¿ nos mudamos a un harén a lo Badani? )
- Te amo para siempre (A ver ¿me pasas tu definición de siempre?)
- Nunca me dejes ( ¿Apostamos?)
- Tú eres la única (Quiero que me lo demuestres, no que me lo digas)
- Necesito tiempo (Lo que quieres es dejarme en cámara lenta, cobarde)
- Necesito tiempo para pensar (¿Mentir te dejó exhausto?)
- No te merezco (Eso es obvio)
- Te prometo que alguien te dará lo que te mereces (Este se cree la reencarnación de Nostradamus)..
y la mejor y la mas conchan(como diría Meier)que escuche fue:
- ¡Es que me hace sentir vivo¡ (sera la única por que yo intente de todo y eso no se para ni con macumba)

Y si tu querido tormento o deseada tormenta tiene novio/a, esposo/a, otro/a, la cosa se pone peor y más graciosa, siempre y cuando no seas tú el/la novio/a, esposo/a, otro/a.

- Me casé porque ella estaba embarazada (Ja)
- Me casé porque ella me dijo que estaba embarazada (Ja, ja)
- Ella y yo no tenemos sexo (Ja, ja, ja)
- Con ella no tengo lo mismo que tengo contigo (Ésta es para las más sordas)
- A ti te amo, ella es solo mi esposa (Solo eso, nada más, felizmente)
- Si la dejo, se muere (Sí, seguro le va a dar un infarto si la deja tremendo idiota).
- Dormimos en cuartos separados (Esta es la del más conchudo)
- A ella la quiero, a ti te amo, te deseo, te necesito (Bien fácil, ¿entonces por qué no estás conmigo y sigues con ella?)
-...en las buenas y en las malas... (¿Dónde he escuchado esto?)


PD : Si lees esto .. no pienses que soy casado por que ¡¡¡NUNCA LO HARÍA¡¡¡

domingo, 22 de noviembre de 2009

¿Ese es un beso?, no; es un Pico nomas¡¡

Cuántas maneras hay hoy en día de referirse al beso. A mis amigos les he oído expresiones que van desde el clásico “me la chapé” o “me la agarré” hasta fórmulas un tanto más barruntas, como “le metí un chapetex”, “le metí un chaplín”, “le apliqué un Charles Chaplin”, o la horripilante “me la jeteé”.

Recuerdo que antes, en pleno ejercicio de la adolescencia, los besos eran ocurrencias más esporádicas y, por lo general, restringidas a personas muy especiales: la enamorada, la chica que estaba cerca de serlo, o la chica a la que te unía una historia particular. Eso era lo normal, lo típico, lo que se estilaba. Lo exótico era más bien eso que ahora es tan común: besar indiscriminadamente, solo porque sí, porque provoca.

Hoy no importa que a quien beses sea una extraña, una anónima, una equis. Es más, el vacilón, muchas veces, consiste justamente en eso, en el contacto provisorio, en el beso vehemente, en el “si te vi no me acuerdo”. Lo que antes solamente sucedía en el contexto de una generosa sesión de ‘botella borracha’ (todos contra todos) ahora sucede a cada rato.

Y ojo que no lo digo a manera de crítica, sino como una modesta observación. Además, no puedo ser tan fresco ni conchudo, porque si bien es cierto que prefiero besar a alguien con quien comparta algo más sustancioso que el simple epidérmico frenesí de una noche enajenada, también es verdad que más de una vez he dado rienda suelta a esas ganas cavernícolas que te incitan a resbalarte por el húmedo tobogán de una boca anónima.

De todos modos, incluso en la circunstancia más extraña o retorcida, cada vez que beso a alguien pongo todo mi afecto y compromiso en eso. Sea corto o largo, apasionado o delicado, blando o rabioso, seco o baboso, oportuno o apresurado, legal o prohibido, un beso siempre hace que me involucre y que deposite en el instante toda mi energía y mis expectativas. No sé si es por sentimental o más bien por calzonudo, pero para mí un beso es el acto físico más poético posible. A diferencia del sexo, donde toda la dinámica se hace explícita y donde hay un natural componente de cachondez y de impudicia, en el beso hay todavía una oportunidad para el intercambio silencioso de mensajes sugerentes. Por eso cada vez que beso a alguien (lo cual acontece menos a menudo de lo que quisiera) ofrezco un comportamiento tierno que en ninguna otra circunstancia podría tener.

lunes, 16 de noviembre de 2009

10 cosas que no tienes que hacer por no tener novia

Me invitaron a un matrimonio para este sábado y, por razones ajenas a mi voluntad, iré solo. Felizmente para los hombres no es mucha complicación. Basta desempolvar el viejo terno que usaste en la confirmación, promoción, graduación, circuncisión, procesión, recesión, y un largo etcétera; lavar la veintiúnica camisa y abrir www.nudo-de-corbata.com para cumplir las formalidades.

Las invitaciones, sin embargo, llegaron para dos. Esto me hizo pensar en lo complicado que suele ser, a veces, no tener novia. Pero creo que es mucho más complicado tenerla. Me explico. Llegamos solos a este mundo, por lo que nuestra condición natural es andar como Sylvester Stallone (léase eStá alone). Andar con alguien más supone adaptarse a otra persona. Esta experiencia, además, no es acumulativa. Es decir, que haberte adaptado bien a tu ex no significa que pasará lo mismo con la futura ex. Por eso me parece importante destacar…


10 cosas que no tienes que hacer por no tener novia


10. No tienes que tolerar insufribles sobrenombres por los que no te llamaría ni el chibolo más ladilla de tu cole. Por ejemplo: Gordo, cielito, cuchi, bebé, nenito, papi etc.

9. No tienes que lidiar esos cambios de humor por hormonas. Ni la posibilidad de sustos en cómodas cuotas mensuales.

8. No tienes la tentación de ser infiel.

7. No tienes que pegarla de TaxiSeguro cada noche.

6. No tienes que twittearle vía telefónica qué haces ni con quién estás (ni explicar porqué no lo estás haciendo con ella).

5. No tienes que comer ensaladas para hacerle la taba a la señorita que cuida la línea, ni tienes que afeitarte todos los días porque, Gordito, raspas.

4. No tienes que ver películas con Sandra Bullock.

3. No tienes que responder con diplomacia a esa oportuna tía de tu novia que pregunta: “Ay, chicos y ustedes cuándo se casan”, mientras la chica sonríe y te mira esperando respuesta.

2. No tienes que tratar de hacerte pata de esa camarilla de gente, cuyos intereses simplemente no te interesan, a la que tu novia llama amigos.

1. No tienes que soportar frases tipo: “Ay, Papi, no tengo vestido para acompañarte a ese matrimonio”. Y lo que es mejor aún: No tienes que acompañarla a ir de compras.

sábado, 3 de octubre de 2009

Así soy.

Soy Agnostico pero rezo cuando tengo problemas, soy materialista pero no me gusta ir de compras. Tengo amor propio pero soy autodestructivo. Soy autodestructivo pero con espiritu constructivo. Soy narcisista pero con impulsos suicidas. Soy libertino pero ya no me gusta el sexo. Soy libertino pero no se bien que es eso. Creo en la democracia pero no me gusta ir a votar. Creo en el sexo seguro pero soy sexualmente inseguro. Soy impudico pero no me gusta andar desnudo. Me gusta leer pero no leerme. Me gusta escribir pero no que me escriban. Soy provocador pero ya no me provoca serlo. Hablo de mi vida privada pero nunca de mi vida publica. No consumo drogas pero las hecho de menos. Creo en el amor a primera vista pero soy miope. Me gusta ir contra la corriente pero solo si sirve a mi cuenta corriente. Soy un mal escritor pero una buena persona. Soy una buena persona pero no cuando escribo.

jueves, 17 de septiembre de 2009

¿me caso, te rechazo o te embarazo?

Cantaba John Lennon, en “Imagine”: “imaginen a toda la gente viviendo en paz”, “tu podrás decir que es un sueño, pero yo no soy el único que sueña” Ser feliz… para muchos de nosotros no es una utopía… todavía existen los ideales… y ahí están los ejemplos para inspirarnos a nosotros, heridos mortales, necesitados de vidas soñadas de amor. Y en cada corazón de joven y joven, en cada cuento, poesía y novela, en cada sueño, leyenda, telenovela o canción que a todos encanta… en cada niño y niña, padre y madre, abuela y abuelo… siempre nuestros anhelos se despegan de la almohada de la frustración al sol de la danza, cuando contemplamos un ideal de pareja.

… y si existe como una realidad de lágrimas y sonrisas en lo más profundo de nuestro corazón es porque tiene que existir en algún lugar de la realidad: ese ideal de pareja existe y hacia él vamos… con confianza y esperanza.

viernes, 11 de septiembre de 2009

MANUAL PARA COBARDES

Imagina que una noche estás con tu novia en un local –un bar, discoteca, lounge, taberna o huarique– y un fulano faltoso se le acerca creyendo que está sola. Imagina que el mamón se aproximó a tu novia mientras tú estabas en el baño, alineándote el cerquillo delante del espejo y acomodándote las patillas tras las orejas.
Imagina que regresas, apareces en el encuadre y los pillas dialogando.
Imagina que se produce esta escena digna de una película con mal cásting (de esas que el canal 5 pone los domingos por la tarde): el intruso le insiste para bailar y ella se resiste. Entonces él la toma del brazo, apretándoselo, y se oye el siguiente improbable diálogo:

–Vamos, nena, solo una canción
–Suéltame, te he dicho que no
–No seas necia, te va a gustar

De pronto te sientes obligado a intervenir, así que te entrometes con educación y colocas una pacífica mano en el hombro del faltoso

–Disculpa, pero me parece que ella no quiere bailar contigo
–¿Y tú quién eres, retaco?
–Soy su novio. Gracias por tu amabilidad, pero creo que será mejor que te vayas
–¿Ah sí? ¡A ver muéveme tú pues, imbécil!

Imagina que el clima se pone tenso. El cavernícola suelta a tu chica y, desafiante, se pone a escasos centímetros tuyos. Tú te muestras dispuesto a dialogar con él para persuadirlo de lo conveniente que sería para todos que él se retirara; sin embargo, cuando menos te das cuenta, los demás parroquianos ya han formado un círculo humano alrededor de los dos, encerrándolos en un cuadrilátero invisible.
Imagina que la gente empieza a murmurar: “bronca, bronca”. El fulano –sabiéndose con superioridad anatómica– sonríe, se saca conejos de las manos y mueve el grueso cuello de un lado al otro, ejecutando la típica calistenia boxística.
Al oír el crujir de sus huesos, tú –que preferirías resolver el malentendido a la usanza del buen Gandhi– empiezas a buscar con los rabillos de los ojos la puerta de emergencia del establecimiento.
–Chucha, vengan todos, aquí hay mecha, grita un borracho, convocando a otros clientes dispersos.
Más gente se acerca hasta formar un verdadero tumulto. Ahora ya es oficial: no tienes escapatoria.
Imagina que mides como el Chorrillano Palacios; que pesas lo mismo que Brunito Pinasco, y que infundes tanto miedo como, veamos, ahí está, como el Osito Kissifur.
Por eso cuando oyes algunas risas camufladas en el barullo general, no te demoras ni un segundo en captar que las estás provocando tú.
Imagina que, aunque tu novia no te lo pide directamente, ella se muere de ganas de que la defiendas, de que pelees en su nombre, de que te impongas, vengues la ofensa y saques pública cara por la relación. Además, como ella siempre dice, ustedes dos son un equipo, un ‘team’ y este es el mejor momento de probarlo. Cada uno cumplirá su parte: tú saltarás al ring y ella te hará barra.
Ahora imagina que eres, fuiste y serás toda tu vida un blando, un pusilánime, un tetelemeque.
(Imagina que desde niño tu animal predilecto nunca fue el perro o el gato, sino la gallina. Y que en lugar de encariñarte, no sé, con los ratones o los pericos, preferías solazarte con el grácil cacareo de las atolondradas aves de corral)
(Imagina que cada vez que alguien iba a reventar un cohetón en Navidad tú te escondías detrás de un mueble, enterrabas la cabeza entre las rodillas, apretabas las muelas, cerrabas los ojos y te tapabas los oídos como si lo que fuera a explotar fuese la mismísima bomba nuclear).
(E imagina que cuando veías “El Mago de Oz” tu personaje favorito no era el Hombre de Paja ni el Hombre de Lata, sino el León, y no por su forma de rugir precisamente, sino porque, como a ti, a él le faltaba coraje).

Volvemos al bar.

Imagina ahora que, contra tu voluntad escurridiza, la gente te manda al ruedo y te pones al frente de ese sujeto que es dos veces más grande y tres veces más fuerte que tú.
El auditorio farfulla y rumorea. Corren las apuestas entre los espectadores espontáneos. Por unanimidad, todos, incluso algunos conocidos tuyos, le apuestan a él.
Imagina que estás ahí, dando vueltas alrededor de tu rival. Parece que lo estuvieras midiendo y estudiando, pero en realidad estás girando azarosamente, intentando divisar un huequito entre la multitud por donde escapar en su primer descuido.
Imagina que, sin ninguna chance de huir, te resignas, te pones triste y asumes que vas a pelearte. Caballero. Entonces endureces los músculos de la panza, poniendo rígidos los abdominales. Cualquiera diría que lo haces para oponer resistencia ante un sorpresivo gancho a la boca del estómago, pero la verdad es otra: quieres evitar una evacuación-sorpresa que te ensucie los pantalones y delate lo inmensamente nervioso que estás.
Si has podido imaginar todo eso (y te has sentido mínimamente identificado) estás listo para el paso siguiente. Toma nota, chico sin valor. Estos son algunos tips especialmente diseñados para muchachos cobardes como tú.

1) Insulta a tu enemigo. Madrúgalo jugándole a la boquilla, bájale la moral. Procúrale todo tipo de agravios e imprecaciones. Méntale la madre, carajéalo, putéalo. Escúpele tu desprecio. Si no se te viene a la mente ninguna procacidad, simple: recuerda la primera vez que te subiste a una montaña rusa. Recuerda cómo te pusiste a chillar después del primer loop, recuerda toda esa sarta de lisuras por el miedo engendradas y –zas– lánzaselas ahora al desgraciado este que tienes enfrente y que luce muy interesado en partirte el alma.

2) Amenázalo. Como parte de la pirotecnia verbal, háblale a tu adversario. No solo lo insultes: asegúrale que le harás daño físico. Júraselo. Eso hará que lo piense dos veces antes de golpearte. Mientras se miden, en los primeros segundos de la contienda, dile una mentira como esta: “quizá hoy me saques la mierda, hijo de puta, pero te juro que vas a llevarte una marca mía de todas maneras”. Eso lo hará dudar. No es necesario que le precises en ese instante que la marca a la que te estás refiriendo es la que dejarán tus dientes en su antebrazo, tus uñas en su cachete, o tu zapato en su canilla. No sería muy productivo si lo que buscas es, precisamente, bajarle el autoestima.

3) Míralo con desprecio. Y más que con desprecio, con asco. Míralo como si fuera, no un hombre, sino un vómito. Trata de reunir en su cara las muchas caras que has odiado a lo largo de tu vida. Míralo, por ejemplo, como si él fuera el imbécil grandulón de quinto de media que una mañana, cuando tú estabas en primero, te bajó el buzo en medio del patio del colegio, dejándote en calzoncillos frente a todo el alumnado.
O míralo como si fuera ese antipático gordito del club que siempre que te encontraba en la piscina te jalaba de las piernas y te ahogaba, humillándote delante de las chicas, que, al verte morado bajo el agua, en coro abogaban por ti exclamando: “ya déjalo salir, pobrecitoooooo”.
Míralo también como si fuera el maldito (y veloz) piraña que hace años le arranchó la cartera a tu mamá en el mercado y se echó a correr sin que tú –lenteja– pudieras reaccionar. O como si fuera el infeliz de dos metros que le metió la mano a tu hermana mayor en una fiesta, haciéndola llorar, mientras tú, chivazo, simulabas estar comprando una Guaraná en un quiosco.
Míralo, por último, como si fuera el baboso ese que te ridiculizó haciéndote dos huachas seguidas en un partido de fulbito, la misma noche en que llevaste a tu novia para que te vea jugar por primera vez. ("Vas a ver lo bien que juego, mi amor", le anunciaste a tu chica antes de la pichanga. Al final quedaste como un cojudo).
Si lo miras con todas esas miradas juntas, sin duda asustarás a tu oponente. Será como aplicarle un puño letal en la quijada sin haberlo siquiera tocado.

4) Bailotea. Si notas con preocupación que ninguno de los tres tips anteriores surte el efecto esperado, tranquilízate: no todo está perdido. Si el compadrito se muestra inmune a los ataques gestuales que desplegaste gradualmente (los insultos, las miradas), pues bien, ahora toca hacerle creer que sí sabes pelear.
Si no has podido minar su seguridad con palabras, pues tienes que convencerlo con hechos de que eres un peleador callejero nato, y que tienes un récord favorable de puros nocauts a tus espaldas.
No importa que la única riña física que en verdad hayas sostenido a lo largo de toda tu vida haya sido con el payaso porfiado que te regalaron cuando cumpliste doce años. Es más, ni siquiera importa que haya sido el payaso el que ganó en aquella ocasión.
Esta es una situación crítica y debes falsear el talento que no tienes. ¿Cómo? Sencillo: aparenta, gesticula, baila. Lanza puñetes que corten el aire, sopla, haz jueguitos con los pies, sacude los hombros, amaga rectos invisibles, haz la finta de que tienes calles y de que te has mechado con todos los pendejos matones de tu barrio (tu rival no tiene por qué saber que vives en un apacible condominio lleno de ancianos, donde el púgil más activo roza los 75 años).
[Si tu contrincante no acusa recibo de todas las señales que le has mandado, entonces prepárate porque se viene lo bueno. Él, harto de tus requiebres y maromas, avanzará sobre ti dispuesto a masacrarte. Y para ese momento los siguientes tips son de singular importancia]

5) Cánsalo. Maréalo. Completa varias vueltas en círculo para que se agote. Si él da un paso ofensivo hacia adelante, tú da dos estratégicos hacia uno de los lados. Si él intenta el cuerpo a cuerpo y el contacto corto, evítalo como sea (si es estrictamente necesario, escabúllete por debajo de sus piernas, mismo Chapulín Colorado). Cuando menos te des cuenta él estará exhausto y entonces podrás abalanzarte sobre él y rematarlo a piñazos. Eso sí, cuídate de que el cansancio lo tumbe a él antes que a ti. De lo contrario, anda eligiendo mentalmente entre estas opciones: ¿“Jardines de la Paz”? ¡“Campo Fe”? o ¿”El Ángel”?

6) Desenfunda tu arma. Pongámonos en el caso de que el bruto este, no solo no se ha cansado, sino que se muestra cada vez más agresivo, lanzando derechazos que, por milagro, no te han dado todavía en la cara. Si esa es la situación, no te queda más remedio que apelar al recurso de emergencia: echar mano de esa arma que todos cargamos y que pasa desapercibida decorando nuestra cintura: sí, señor, me refiero a la correa. Una correa es un arma muy útil.
[¿Qué? ¿Perdón? ¿Te parece una cabronada defenderte con la correa? Mira, huevón. Para empezar, no estás en posición de opinar ni decidir nada. Están a punto de hacerte papilla delante de tu novia, así que solo sigue las instrucciones]
SácaLe la correa de un tirón (cruza los dedos para que tu pantalón no se venga abajo) y empúñala por el lado de la punta. Eso es: ahora manióbrala y sácale chispas al suelo con la hebilla. Trátala como si fuera un látigo. Compútate Indiana Jones y muéstrate bravucón. Dale en los tobillos, en las piernas, intenta azotarle la cara. Eso te hará ganar minutos para pensar –ahora sí, en serio– por dónde carajo salir corriendo.

7) Méchate a la qué chucha. Si después de unos minutos de mantenerlo a raya, el grandulón consigue arrebatarte la correa, estarás perdido. Él se acercará a ti y comenzará a rellenarte de golpes: uno en la barriga, otro en el bajo vientre, otro en la mandíbula. Si estás en ese trance, pues recurre a la última opción: peléate a la peruana. Ojo que pelearse a la peruana –técnica también denominada “a la ya qué chucha”– requiere de toda una estética que, en el fondo, supone una coreografía del desorden. Para empezar, esconde la cara, protégela pegando el mentón al pecho, así por lo menos disminuyes el riesgo de la desfiguración. El segundo paso incluye una tarea algo más compleja: repartir en el vacío ciegos y múltiples puñetazos, zarandeando los dos brazos continuamente, buscando que alguno le haga daño a tu oponente. No está de más que zapatees un poco, como quien improvisa un huayno, como para darle algo de dinamismo a la postura. Continúa así durante los próximos cinco minutos. Lo más probable es que después de un rato por fin conectes uno de tus puños salvajes en el centro del rostro contrario.
Debes ser precavido y orientar el tronco en el sentido correcto: podrías confundirte de objetivo. Tengo un amigo cobarde que, después de agotar todas las posibilidades, decidió trompearse con un extraño que había insultado a su novia utilizando este método. En esas andaba, cabizbajo, lanzando puñetes al aire, cuando oyó un sombrío “uyyyyyyyy” de parte del auditorio. Él levantó la mirada, satisfecho, creyendo que había tumbado a su obeso adversario. Enorme fue su sorpresa cuando advirtió que acababa de romperle la nariz a su chica.
Ten cuidado con que te ocurra eso. Claro, el penoso accidente te librará de tener que continuar la pelea, porque ni el más fiero de los energúmenos podría dejar de compadecerse ante tan tierna escena: tú en el suelo, llorando, tratando de reanimar a tu enamorada, cuya reciente rinoplastia acabas de malograr con un estupendo gancho (aplicado además con gran técnica).
Al verte, el fulano faltoso detendrá su ataque y se retirará de la escena con la avinagrada sensación de quien gana una pelea, no por K.O., sino por puntos.
Al verlo irse, tú respirarás más tranquilo y hasta sonreirás un poquito, creyendo que te salvaste de la tunda.
Lo que ignoras –como ignoraba mi amigo cobarde– es que una vez que tu novia se reincorpore y vea su nariz ensangrentada (y, por ende, su cirugía estropeada) te agarrará del pescuezo, estrellará tu cabeza contra la barra cuatro veces, te volará tres dientes de un botellazo, y quebrará tres de tus costillas con su rodilla. Y te dejará ahí, hecho una mierda, una porquería, un desarticulado amasijo de carne con hueso. A tu costado, un trapeador tendría mejor aspecto y más dignidad.
A la mañana siguiente, en la clínica, captaras la verdad de todo este asunto y comprenderás la triste moraleja que esconde: un energúmeno fortachón es menos peligroso que una chica recién operada.

lunes, 27 de julio de 2009

¿Mi novia online?

Harían bien las parejas de novios en no estar conectados virtualmente.

Resulta muy saludable para el fortalecimiento de las relaciones que no se inicie vínculo alguno a través del Messenger, el Facebook o esa cosa que no sé cómo diantres funciona y que se llama Twitter.

Como ya he escrito antes en este blog, el Messenger es un medio genial y muy útil para la temporada de seducción. Afanar a través del Messenger –ayudándote con los explícitos emoticones y siendo todo lo atrevido que no eres cara a cara– es tremendamente cómodo.

Sin embargo, por irónico que parezca, una vez que estás con enamorada, esa misma herramienta –antes cómplice– se convierte en vil enemiga.

Por eso, para evitar ese despropósito, esta es mi recomendación: si tu novia figuraba entre tus contactos antes de convertirse en tu novia, sácala lo antes posible y pídele que haga lo mismo contigo. Si, en cambio, ella nunca estuvo en tu red virtual, no la incorpores.

Y es que tener a la novia en el Messenger propicia varios escenarios incómodos. Por ejemplo:
1) Ambos se acostumbran a chatear más que a conversar, y por la noche, cuando se vuelven a ver después de un extenuante día de trabajo, ya no tienen gran cosa que contarse. Todos los temas sustanciosos del día –esos que hubiese valido la pena desmenuzar en vivo y en directo– se agotaron en el Messenger, se perdieron en la velocidad de esas frías chácharas de pantalla.

Como consecuencia, una vez que están solos, frente a frente, los silencios se multiplican entre ustedes de modo vertiginoso. Las capas de hielo se van levantando, una detrás de otra. “De qué le hablo, carajo, de qué le hablo”, te interrogas hacia adentro. Ella te mira, tú la contemplas. Eso es todo. A su costado, una pareja de maniquíes se vería más locuaz y comunicativa.
2) Con tu novia conectada todo el tiempo, el chat puede dejar de ser un placer relajante para convertirse en una adicción enfermiza. Chatean una, dos, tres horas seguidas y el chateo frenético los distrae por completo de sus respectivas labores oficinescas. Sin darse cuenta, de tan enchufados que están a la ventanita del MSM, de tan pendientes que paran de la inmediata respuesta del otro, se transforman en empleados sonámbulos. Rinden menos, producen la tercera parte de lo que producían, flojean y dejan de cultivar la iniciativa profesional que antes los distinguía. O sea, pasan a ser un par de mediocres más del sistema.
3) Si los diálogos virtuales de cada día se hacen muy extensos, corren el riesgo de tornarse desangelados y hasta pueden caer en un pozo funesto. Ahí hay que tener mucho cuidado, ojo, porque el hastío del bla–bla–bla suele dar lugar a patéticos malentendidos. Un chateo ligero e inofensivo puede convertirse, de la nada, en la versión on line de la Guerra de los Roses:
–Y gordo, qué más me cuentas, pues
–Nada, princesa, aquí, sigo chambeando
–Oye…
–Qué…
–¿Te dije que te quiero?
–Sí, gorda, yo también
–¿Pero cuánto?
–Mucho, mucho
–Ah, ya, más te vale, ja, ja
–Ja, ja
–Oye…
–Qué…
–¿Y qué estás haciendo exactamente?
–Nada, pues, trabajando. ¿Y tú?
–Aquí, en la chamba también, hueveando, pero hablando contigo
–Ah…
–¿Ah qué?
–No, nada
–¿Nada?
–Sí, pues, nada
–¿Qué? Ya no tienes nada que decirme
–No sé pues, amor, estamos hablando
–Sí, pero parece que te molestara
–Nada que ver
–¿Estás seguro?
–¿De qué?
–De que no te pasa nada
–(…) Un ratito, amor, tengo reunión
–¿Reunión? Oye, no te vayas dejándome así
–Un segundo y regreso…
–Siempre me haces lo mismo
–Me está llamando mi jefe, amor
–Ya, pero estamos hablando de algo importante
–(…)
–Oye, contéstame…
–(…)
–Pucha, te fregaste conmigo
–(…)
–Nunca me haces caso. Sabes qué: mejor ya no vengas a mi casa después, ya no me provoca
–(…)
–Y tampoco estoy segura de querer ir el sábado a lo de tus amigos
–(…)
–Qué pena que siempre dejes nuestra relación en segundo lugar
–(..)
–¡Ves, a esto me refiero cuando te digo que ya no somos tan compatibles!
–(…) Ya, amor, ya regresé de la reunión
–¡¡Qué amor ni que ocho cuartos!!! Me dejas hablando sola como una cojuda y después actúas como si no pasara nada
–¿De qué hablas?
–De eso, precisamente de eso: nunca sabes de qué hablo
–Amor, qué te pasa
–Nada. Ya no quiero verte hoy
–Pero por qué
–Aj, lo estás haciendo a propósito ¿no?
–¿Estás bien?
–¡¡¡¡¡No!!!!!!!! ¡¡No estoy bien!! ¡¡No estamos bien!! ¿No te das cuenta?
–¿¿¿Pero de qué??
–Qué idiota eres, me haces sentir como si fuera una loca
–Espérate, princesa, mejor te llamo, no entiendo nada
–¡¡No, no me llames!! ¡¡Y tampoco me digas princesa!!!
–Pero por qué
–¡¡Porque te odio!!
[El diálogo concluye así: ella furiosa huyendo del chat (y apretando los botones del mouse con rabia, como si el pobre aparato fuera una de tus extremidades), y tú, desconcertado, preguntándote en qué momento se fue todo al cacho]
4) Ese es otro punto grave: como en el Messenger no hay comunicación gestual, uno interpreta tonos e intenciones que no siempre coinciden con los originales. Allí donde uno soltó un chiste, el otro asumió una burla. Allí donde uno lanzó una propuesta seria, el otro asumió un chiste. Allí donde uno lanzó una burla, el otro asumió una propuesta seria. Las posibilidades de tergiversación son infinitas. Al final, los dos, por viciosos de la tecnología, acaban jugando al teléfono malogrado y dañan lo que pudo ser una conversa bacán, abierta, clara y memorable.
5) A través del Messenger los novios están tan ubicables que dejan de extrañarse. ‘Ver’ a tu novia en el estado de conectada es una manera de certificar que está bien, que está a salvo, lo cual desmantela esa siempre recomendable cuota de incertidumbre que debe existir ente dos chicos que se gustan y se quieren. No saber nada de tu novia a lo largo del día hace que te preocupes por ella, que te inquiete conocer su paradero, que la añores. ‘Verla’ allí, en cambio, convertida en un disponible y regordete peón verde, puede arruinar el encanto de la distancia bien administrada.

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Cabe señalar aquí que nunca falta el enamorado celoso y atormentado que desconfía de la autenticidad de los estados virtuales de su pareja. Si ella está en Salí a comer, él piensa que sí, salió a comer, pero con otro. Y si ella está en Ocupado o Ausente, él sospecha todo lo contrario: que está muy libre y muy presente, pero que no quiere hablarle.
6) Si tu novia es muy susceptible, tarde o temprano reclamará aparecer en la foto de tu perfil del Messenger (que, para mi sorpresa, ha terminado teniendo casi tanto valor como la foto de la billetera). Si en vez de poner una imagen de los dos, tienes la frescura de colocar una muy sexy en la que sales solo y sonriendo, ay de ti, tendrás que soportar un cruel interrogatorio.
“¿Y esa fotito?”, “¿Por qué no pones una foto conmigo ah?”, “¿Acaso me niegas?”, “¿O no quieres mostrar que tienes enamorada?”. “Anda, pues, pon la que nos tomamos el otro día , a ver si me quieres”. “Pruébalo”.
Esas son típicas demandas posesivas de las novias que no se quedarán tranquilas hasta lograr su legítimo y algo vanidoso cometido: que te luzcas con ellas en el palacio de la fama de Internet.

7) Con el Facebook la cosa se complica todavía más. Si cometiste el error de inscribir a tu novia como uno de tus contactos, más te vale que especifiques tu estatus sentimental dentro de los datos generales. Recuérdalo, ya no estás soltero: estás en una relación, y es menester que lo proclames y hagas público. Eso sí, recuerda algo: entre hacer ese anuncio y llevar un anillo en el dedo no hay ninguna diferencia.

Lo verdaderamente trágico es que una vez que revelas tu situación afectiva todos tus contactos estarán al tanto del vaivén de tu vida amorosa: de cuándo se inicia y, sobre todo, de cuándo se acaba.
Por ejemplo, la información privada sobre tu rompimiento –que antes era reservada a los pocos amigos de confianza– ahora se prostituye, se divulga, se contrabandea y, al cabo de unas horas, se hace extensiva a cientos de personas que no tienen nada que opinar pero que igual opinan.

Si tu novia rompe contigo, no se come ningún roche virtual, pues ella misma se apurará en variar su estatus: de ‘comprometida’ pasará a ‘soltera’. El único mongo que pagará los platos rotos eres tú, que no solo tienes que tragarte el sapo de la depresión, sino que, encima, tienes que ver cómo se inscribe, contra tu voluntad, en el muro público del Facebook, la frase lapidaria Ya no estás más en una relación. Frase que va debidamente acompañada por la cachosa imagen de un corazón en miniatura fracturado en dos mitades.

Una vez que tu ex novia actualiza unilateralmente el estatus de ambos, no pasan ni dos minutos antes de que algún retrasado mental, jugando a compadecerte, aparece y te pregunta: ¿oe, broder, estás bien?
(…)
Por todo lo expuesto creo que está bien que yo también me mantenga lejos del Messenger y del Facebook de mi chica.

Ingresar a sus redes sociales sería como rebuscar en sus cajones, como mirar las llamadas de su celular, o como revisar su agenda rápidamente mientras ella se levanta para ir al baño.

Además, conozco perfectamente mi naturaleza celotípica y sé que resulta muy sano tomar precavida distancia de todo ese universo de información.
De la misma manera en que el alcohólico en vías de regeneración evita pasar cerca de una licorería por miedo a la recaída, así yo evito pasearme por esas páginas de la Internet por temor de no poder neutralizar las ganas de meter mis narices.

Si un día me asaltan los celos (cruzo los dedos para no ser poseído nuevamente por esa locura), lo primero que haría, lo sé, sería navegar por su Facebook como un chismoso desquiciado, buscando indicios para justificar mi paranoia.

Ya me veo: invirtiendo horas en hacer un barrido digital para averiguarlo todo. A quién le escribió; qué foto comentó; a quién agregó; a qué grupo se unió; fan de quién se hizo; qué álbum creó; que aplicaciones usó; qué test contestó; a qué eventos asistirá; quiénes le han dejado mensaje; qué nuevos contactos tiene. Uf, no, paso. De solo imaginarlo me indigesto. Sería un veloz atajo a la demencia.

Ya una vez, hace años, caí redondito en la tentación del vouyerismo computacional. Hice malabares de hacker y me filtré en el Hotmail de una novia (en realidad, le devolví el gesto, pues ella había hecho lo mismo con mi correo meses atrás).

Fue espantoso. Hallé todo lo que imaginaba que podía hallar. Había mails comprometedores, chateos íntimos, confesiones de las que hubiera preferido no tener idea. (No me hago la víctima: ella podría haber dicho exactamente lo mismo después de sus indagaciones por mi Hotmail).

Salí anímicamente tan desgastado de esa intromisión que me arrepentí por siempre de haberla perpetrado.

Hoy –en contraposición con el celoso infame que fui– he decidido practicar una filosofía más desapegada.
Mi precepto de cabecera es este: “Si quieres que una mujer no te engañe, dale la libertad para que lo haga. El día que le impongas una restricción estarás invitándola a que la viole”.

¿Qué quiere decir eso? Que la libertad nos lleva a moderarnos, sin necesidad de sufrir el yugo de candados exteriores. Por ejemplo, si le adviertes a tu novia “no quiero que hables con tu ex nunca más”, sin querer le estarás sembrando en la cabeza la inquietud por hacerlo. Pero si no le haces ninguna advertencia, quizá ella lo piense dos veces antes de traicionar tu confianza.

Es mejor que ella reprima el deseo de hablar con su ex por las ganas de respetarte antes que porque tú la obligaste a que te respete. (Aunque ahora que lo pienso mejor, lo ideal sería que ese deseo ni siquiera exista, pero, claro, ya se sabe que no hay control que valga en el rugoso ámbito de los deseos).

(…)

Estar expectorado de las redes sociales de mi novia no me preoucupa.

Su realidad virtual es parte de su espacio. Lo que allí ocurra no es de mi incumbencia, a no ser que ella quiera compartirlo conmigo deliberadamente.

Si de usar tecnologías se trata, lo único a lo que nos animamos es a intercambiar bonitos mails y a llamarnos por celular. No nos mensajeamos por el móvil, ni nos buscamos en el Twitter, ni nos saludamos en el Skype, ni nos colgamos del Flickr, ni nada.

Solo somos un par de chicos un poco abrumados por las novedades de la modernidad, que prefieren disfrutar de una conversa a la antigua, sin cables ni intermediarios.

(…)

Dentro de pocos años, cuando estemos atrofiados de tanto vínculo impersonal y distante, quizá se ponga de moda estar mudo en presencia de la novia.

Las parejas saldrán a la calle sin dirigirse la palabra. Pasearán en disciplinado silencio y al volver a sus casas correrán a sentarse cada uno delante de su laptop para, por fin, decirse lo que sienten.

Mientras menos hables en persona más encantador serás.

Algo me dice que a los novios del futuro (como a muchos lectores del presente) mis teorías
les importarán un cuerno.

martes, 26 de mayo de 2009

Pensando en cultura.

Si Marco Aurelio D. hubiese estado el día de hoy invitado a mi casa superior de estudios, específicamente a mi salón , hubiese salido horrorizado, convulsionando, al borde de la locura total al ver a alumnos de CUARTO año de SOCIOLOGIA  que “supuestamente” deberíamos dominar como el padre nuestro sociológico los conceptos de: Cultura, multiculturalidad, pluriculturalidad, transculturalidad, identidad, multiculturalismo, interculturalidad como mínimo, estar como diria mi madre, “en la sopena de la ignorancia”. Tomo como referencia a Marco Aurelio D. por que en mi humilde opinión,es a quien mejor he escuchado tratar sobre el tema;o por lo menos es al que he sabido comprender mejor, claro que para comprenderlo hay que leer un “poquito” mas de lo acostumbrado.

Tratando de aclarar algunos conceptos de mis compañeros es que vierto en clase el siguiente juicio:

“Hablar de multiculturalidad, es solo hablar de la coexistencia de diferentes culturas en un determinado espacio geográfico. Sin que esta coexistencia de culturas influya de sobre manera una sobre la otra, es decir se mantienen en guetos. Solo cuando una de ellas, que normalmente es la hegemónica, decide ser la cultura de acogida se establecen jerarquías sociales y legales lo que lleva al conflicto y no ayuda como es de suponer a la convivencia social. Existen casos, como por ejemplo el de los Indios Mapuches en Chile donde existe respeto y equidad a su cultura; es en este caso donde ya no seria valido  hablar de multiculturalidad, sino mas bien de multiculturalismo, entendido este ultimo en la acepción de la  doctrina americana; que justamente nace cuando se pone en duda la hegemonía cultural de las grupos blancos dirigentes respecto de las minorías abogando así a un pleno reconocimiento de estas últimas.”

Es bajo esta premisa teórica (incompleta quizás) que hipotetizo lo siguiente:  “Si la cultura es toda aquella creación humana, es la base y el fundamento de lo que somos, esta existe entre nosotros desde el momento en que nacemos y que encima es el aporte moral e intelectual de nuestros padres en un inicio y de nuestro entorno posteriormente, lo que hace toda esta ola de la teoría del genero basada en el feminismo, es simplemente trastocar mi cultura, cultura a la que pertenezco y de la cual herede el conocimiento empírico social y que encima es aceptado por la gran mayoría. Me refiero a que el varón es el macho proveedor y la mujer es la hembra reproductora o si se quiere la cultura del patriarcado. ¿Lo que estaría haciendo la teoría de género basada en el feminismo entonces es un proceso de transculturación(*)? . En esta hipótesis considero unilateralmente que que es valido hablar de la cultura del patriarcado.

La pregunta la dejo suelta para quién considere responderla.

Para terminar; no se sientan mal compañeros si es que estando en cuarto año no tenemos claros algunos conceptos yo también aunque no lo parezca aun no los tengo claros, y para demostrarlo les dejo un trabajito que realice en primer año: aqui

 

(*)Transculturalidad: Conjunto de fenómenos que resultan cuando los grupos de individuos, que tienen culturas diferentes, toman contacto continuo de primera mano, con los consiguientes cambios en los patrones de la cultura original de uno de los grupos o de ambos.

domingo, 17 de mayo de 2009

Tu felicidad es envidiable

Me encuentro con un viejo amigo en un bar. Está sentado en una mesa, rodeado de cuatro tipos que no conozco, y desde ahí me pasa la voz. Nos saludamos efusivamente y me invita a sentarme. Tras dudarlo un poco, acepto. No lo veo hace años y me apetece conversar con él, así que me agencio una silla y me hago un lugar entre los contertulios.

Uno de ellos me sirve de inmediato una cerveza y yo interpreto ese gesto como una muestra de cordial bienvenida. Mientras chocamos nuestros vasos, siento que esos sujetos extraños me caen bien, porque me han recibido con buena onda. Quizá hasta haga buenas migas con algunos de ellos, pienso durante el largo sorbo inicial.

La mesa está atestada de vasos, ceniceros colmados de colillas, dos jarras de cerveza y un pote de cancha salada. Son más de la una de la mañana.

Luego de actualizar nuestras vidas, mi amigo y yo nos sumamos a la conversación grupal. Capto que están hablando de mujeres: sus esposas, sus novias actuales, sus ex enamoradas, las viejas conocidas, las nuevas anónimas, las meseras que atienden en el local, las chicas que van y vienen a nuestro costado.

Aunque es una conversación llena de naderías machistas, me divierte. Es una noche de hombres, finalmente, y cuando los hombres se juntan se dedican buena parte del tiempo a hablar de mujeres.

De repente, ingresa al bar una chica que impacta a todos. Parece salida de un póster, de un comercial de lencería, de un desfile de verano. Pelo suelto alaciado, blusa de verano, minifalda, tacos. Está muy guapa y avanza erguida; erguida y lenta como un ciervo desconfiado que sabe que acaba de pisar un territorio de bestias muertas de hambre.

–Miren esa flaca, qué rica, anuncia uno de los chicos de la mesa, mientras engulle, con modales desprovistos de toda urbanidad, un puñado de cancha.

Todos volteamos a mirar a la advenediza, que como una Diosa egregia camina entre las mesas, buscando un lugar donde situarse.

Ahí está ella: flotando sobre la laja de este lugar mugriento, levitando en medio de los parroquianos, que la contemplamos boquiabiertos como si fuera la mismísima Virgen de la Anunciación (o como si fuera Tilsa Lozano en hilo dental, para hacer una analogía menos beata).

Y aquí estamos nosotros: siguiéndola desde nuestras sillas, como esperando que algo de ella (un pelo, una uña, siquiera una callosidad) nos roce la piel; aguardando que su mano nos toque la cabeza y nos salve así de la mediocridad de ser unos ordinarios mortales.

De pronto, la voz de uno de mis nuevos compañeros quiebra el precipitado silencio en que estábamos envueltos:

–Sí, está bien rica, pero si vieran a su novio: es un imbécil

–¿Ah, sí? No jodas, replica otro, como pidiendo más detalles

–Sí, lo conozco del club. Es un huevonazo medio fumón que se computa la cagada porque tiene billete y maneja una cañaza. Dicen que le saca la vuelta cada vez que quiere, agrega presuroso el informante.

–Puta, qué tal injusticia: esa mamita tan linda con un atorrante. Fijo que se la debe clavar bien, especula un tercero.

–Bueno, pero si le gustan ese tipo de huevones debe ser una corcha, concluye mi amigo, que con esa acotación delata unos prejuicios retrasados que no le recordaba.

–De hecho que es una corcha. Además, fíjense, no mira a nadie la pendeja. Se jura lo máximo. Seguro que para con puro mongo, observa, molesto, otro de los integrantes de este curioso clan.

–Salud, propongo yo, como para devolver el gesto con el que me recibieron, pero sobre todo para cambiar de tema y dar por concluida tan sofocante e indiscriminada sesión de comentarios rastreros.

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Horas más tarde, de regreso a mi casa, en el asiento trasero de un taxi, recuerdo ese pasaje de la charla con mi amigo y esos cuatro fulanos y caigo en la cuenta de lo patético del cuadro visto desde fuera: cinco hombres especulando sobre la vida ajena, chismeando como urracas viciosillas, basándose en trascendidos, llegando a conclusiones que quizá nada tengan que ver con la realidad.

Según la gente de la mesa, la chica guapa del bar tenía un enamorado muy imbécil.

Qué novedad. En esta ciudad –acaso en todas las ciudades del segundo y tercer mundo– todas las chicas guapas, vistas a través de los ojos sulfurosos de un puñado de mamarrachos infelices, siempre tendrán a un imbécil por novio.

Y esta noche, qué duda cabe, estos tipos, que al inicio me simpatizaron tanto, acabaron actuando como unos infelices en pleno ataque de envidia.

Lo que quiero decir es que cualquiera quisiera ser novio de una chica guapa y segura como la del bar, pero ante la imposibilidad de serlo, ante la amarga certeza de que ella no está disponible, y que hay alguien con quien le gusta caminar, bailar y fornicar; ante ese crudo escenario, el único consuelo que queda es el insulto gratuito, el rencoroso vilipendio extendido contra el sujeto afortunado que se la lleva todas las noches a la cama.

Fomentar la idea de que ese chico equis es un imbécil (muy al margen de que lo sea o no) es una manera algo esquizofrénica de tranquilizarnos, de anestesiar el ego herido, de calmar el hígado revuelto.

(…)

Muchas veces –casi siempre diría yo– los comentarios que hacemos respecto de terceras personas, en lo que al ámbito sentimental se refiere, nacen de un resentimiento alojado en la zona más negra de nosotros mismos.

Es una situación triste y mediocre que se hace graciosa de puro repetitiva y cotidiana.
Por eso, cuando pasa frente a ti una chica deslumbrante, nunca faltará el envidioso que suelte al aire la misma objeción cargada de mala onda: “pero si su enamorado es un cojudo”. El protestante con seguridad no conoce al enamorado de tan simpática criatura, pero para acarrear su frustración se siente éticamente obligado a disparar esa cobarde afirmación.

Similar envidia se manifiesta en diversas circunstancias, buscando generar el descrédito de un tercero que, por ausente, termina pagando los platos rotos.

Por ejemplo: si la chica que te gusta (y que no te corresponde) está ligando con un hombre mayor, cada vez que alguien te pregunte por ella dirás indefectiblemente: “está con un viejo de mierda, un cochambroso al que ya ni se le para”.

Es probable que aquel hombre mayor sea en realidad una persona noble, esforzada y talentosa; es probable que le brinde a la chica toda la seguridad que a ti te falta; y es probable incluso que él goce de más erecciones diarias que tú. Sin embargo, todos esos detalles palidecen al lado de tus oscuras intenciones. Como él está en el lugar en el que a ti te gustaría estar, entonces le escupes, lo difamas, lo desprestigias.

La misma clase de envidia primitiva sale a relucir cuando tu ex novia —la que te abandonó, que es preciosa y mucho menor que tú— se engancha con un muchacho de su edad, un chiquillo del Instituto o la universidad.

Si ese es el caso, cada vez que tus amigos te pregunten por ella, tú les dirás muy resuelto y ganador: “he oído que se ha encaprichado con un chibolo inmaduro que corre tabla, uno de esos huevonazos sin futuro”.

La artera piconería que te corroe no te dejará aceptar que quizá tu ex novia es feliz con ese joven vigoroso (más feliz de lo que era contigo), y que tal vez el huevonazo que no tiene ni puta idea de su futuro no sea él, sino tú. Como es lógico, tampoco aceptarás lo mucho que en el fondo te gustaría saber correr tabla.

(…)

Por supuesto que esta envidia nos toma por víctimas a todos, hombres y mujeres. Y en ese trance las mujeres suelen ser más cínicas e implacables.

He visto a más de una saludar con desbordante cariño a una supuesta amiga encontrada en la calle y luego –cuando la ‘amiga’ ya está lo suficientemente lejos como para no escucharla– lanzar contra ella las maldiciones más indecibles.

Imagina esto: estás en la playa con un grupo mixto de amigos conversando sobre cualquier cosa. De repente, cerca de ustedes cruza una mujer escultural en bikini que se roba las miradas lascivas de los chicos y deja en incómoda posición a las chicas, muchas de ellas mantecosas, brazudas y llenas de estrías.

Si eso ocurre, ten por seguro que cuando la mujer del bikini se haya alejado unos metros, alguna de las chicas del grupo murmurará: “qué bestia, qué operada está esa tía. ¿Le vieron las tetas? Pura silicona”.
Ahí nomás, otra envidiosa reforzará el ataque unilateral diciendo: “así cualquiera se ve regia, pues, qué fácil”. A lo que una última rolliza apuntalará: “una que se mata en el gimnasio, mientras otras van y se meten aceite de avión en el poto; qué tal concha carajo”.

Lo que me da risa de las mujeres (ok, de algunas mujeres) es cuando se esconden en parejas para despedazar a otras féminas. Eso es clásico, por ejemplo, en una reunión. De tanto en tanto ves parejas de chicas retirarse discretamente de la sala rumbo al baño y la cocina. Si las sigues y pegas el oído a la puerta (y acepto sin orgullo que lo he hecho), oirás cómo dinamitan las famas ajenas de una manera escalofriante.

No solo critican vestidos, apariencias y looks, sino que además canjean información selecta sobre el pasado y la biografía de la muchacha a la que están destruyendo, y a la cual –desde luego– le pasarán franela un ratito más tarde.

Alguien me dijo una vez –y vaya que tiene razón– que una casa es como un teatro, en donde la sala equivale al escenario y la cocina y el baño equivalen al backstage. Es decir, en la sala, sobre la alfombra y los sofás, la gente monta una actuación, mientras que los otros ambientes la gente se calatea y habla con franqueza.

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Pero la envidia no solo se activa ante la belleza que nos falta, sino básicamente ante la felicidad que no tenemos. Por ejemplo, esto también es típico: ves a una pareja de enamorados de lo más acaramelados en la vía pública y comentas la escena con absoluto resquemor: “mira ese par de tarados, qué huachafos, dándose besitos en una banca”.

Lo que no dices es cuánto te gustaría estar allí, recibiendo esos mimos, sintiéndote importante y necesario para otra persona, dejando de ser, siquiera por un minuto, ese hombre tenso, angustiado e incapaz de emocionar que en el fondo eres.

Algo raro hay en nuestra naturaleza que nos lleva a criticar al que la está pasando bien; a zancadillear al que ha logrado el equilibrio; a empujar al que, desafiante, se ha asomado al precipicio.

Si vemos a un fortachón de la mano de una chica bonita e inteligente, decimos por lo bajo, entre dientes, que él seguramente se infla los músculos inyectándose esteroides todas las noches. Y si el fortachón usa camisetas apretadas, no perdemos la oportunidad de sugerir que alguna tendencia homosexual debe tener. “Así son, pues, debajo de todos esos bíceps y pectorales siempre hay una marica profunda”, sentenciaremos, celosos.

Y si, por el contrario, vemos a esa misma chica caminando de la mano con un sujeto de aspecto sucio, o de rasgos cetrinos, de inmediato soltamos la teoría de que se trata de un pariente. “Ese feo debe ser su primo, ni cagando es su macho”, dirá más de uno, carcomido por el ardor del que no puede estar ahí.

(…)

Recuerdo una escena de hace años, al lado de Tangamandapia (para no despertar celos tontos) , mi primera enamorada en serio.
Ella era muy atractiva y desde el inicio de nuestra relación yo debí acostumbrarme a que la piropearan y silbaran en la calle. Aprendí a convivir con eso, porque si me hubiese puesto a pedirle cuentas a cada uno de los admiradores espontáneos que salían a su paso (desde albañiles hasta surferitos) habría protagonizado más de una escaramuza semanal.

Yo jamás reaccionaba, porque Tangamandapia odiaba a los tipos violentos. (Aunque la verdad –aquí, entre nos– era que tenía tan poca habilidad para el pugilato que prefería llevar la fiesta en paz y evitar salir abollado, con un pómulo partido o un diente roto).

Una tarde, mientras caminábamos por la calle, vi un auto rojo lleno de chicos acercarse a nosotros raudamente. Yo tomé a Viviana de la mano con fuerza, como marcando terreno. Al pasar a nuestro costado el conductor del auto bajó la velocidad y uno de los tripulantes sacó la cabeza por la ventana y escupió una frase que nunca olvidaré:

“Déjala ir, cachudo”

Si digo que me quedé frío, miento. Me quedé congelado

Lo peor fue que el grito inesperado dio pie a un inmediato concierto de carcajadas: me refiero a las carcajadas del resto de idiotas que iba en el auto aplaudiendo la gracia, pero también a las carcajadas de Tangamandapia, que celebró –para mi gusto con preocupante animosidad– la broma de mal gusto de la que yo acababa de ser objeto.

En cuestión de segundos me puse rojo de la ira y me enfurecí, mientras el auto desaparecía en una esquina.

La inseguridad de esos años me hacía pensar que lo que esos chiquillos miserables querían decir era que yo no merecía estar con la bonita Tangamandapia, porque ella era mucho lote para mí, o como suele decirse, mucha lata para tan poco atún, mucho mueble para mi sala, mucha arena para mi volquete, mucha tumba para mi muerto.

Ergo, si yo no estaba a su altura, si yo no la merecía, tarde o temprano ella me engañaría con otro.
Fue ese razonamiento idiota lo que me paralizó.

Yo debí reaccionar con velocidad y aplomo, pero no pude. Al final, molestarme con Tangamandapia fue una manera indirecta de darles la razón a esos cabrones, de permitir que se salieran con la suya.

A la gente le encanta hablar del resto. Como se aburren muy rápido de ellos mismos, prefieren invertir el tiempo de conversación pontificando y exagerando la existencia de los demás, dando vida a un retorcido teléfono malogrado que solo produce malos entendidos.

Por ejemplo, imagina que una noche oyes por fuentes de segunda mano que Bruno, un conocido tuyo, anda en crisis con su novia, porque, al parecer, él estuvo tomando clandestinamente unas pastillas antidepresivas que afectaron brevemente su rendimiento sexual.

Escuchas esa información incompleta, te fías de ella inescrupulosamente y estableces arbitrarias e injustas conjeturas.

La siguiente vez que alguien, en otro círculo social, te pregunte qué es de la vida de Bruno, tú –manipulando groseramente los pocos datos a los que tuviste acceso– te despacharás sin misericordia. Pondrás cara mortificada y dirás que Bruno sufre de impotencia crónica, que su próstata presenta trastornos que le impiden completar una erección, y que eso ha obligado a su novia a abandonarlo para siempre.

Lo más probable es que en ese mismo instante, mientras tú lo haces puré, Bruno ya haya normalizado la relación con su enamorada y esté en plena faena amatoria. Pero, claro, esas contingencias pasan a segundo plano: lo que importa es que tú seas el centro de la atracción, el ‘showman’ que se llena la boca con los chismes más calentitos.

(…)

La envidia de la gente nunca debería disuadirnos de buscar la felicidad tal cual la imaginamos.

Siempre habrá algún medroso dispuesto a tumbarte, a pasar por encima de ti, a lanzar cuchillos a tus espaldas y a sembrar minas antipersonales en el camino por el que avanzas.

Siempre habrá algún cabrón que, incómodo con tu momento de felicidad, intentará borronearlo. Pero que no te dé pánico: que te dé risa.

Porque tu sonrisa más auténtica lo liquidará inapelablemente.

miércoles, 6 de mayo de 2009

A propósito de feminismos

FEMINISMO Y ANARQUISMO.

Charla dada por Kathleen O'Kelly (de Irlanda) a la WSM (Workers Solidarity Movement)

"La postura conservadora sobre la mujer pretende que la división sexual del trabajo es "natural" y que el rol que asume la mujer como esposa, madre y ama de casa es algo biológicamente dado. Ellos creen, siguiendo a Freud, que la "Anatomía es el destino".

Yo voy a revisar el pensamiento que han desarrollado las diferentes tradiciones políticas para criticar esta visión del rol de la mujer en la sociedad. En sentido amplio hay cuatro teorías: El Feminismo Liberal, el Marxismo Tradicional, el Feminismo Radical y el Feminismo Socialista. Los voy a presentar en el orden histórico en que aparecieron, aunque estén aún presentes en la política de hoy en día.

EL FEMINISMO LIBERAL

Esta tradición proviene de la filosofía liberal para la cual todos deberíamos tener iguales oportunidades.

Las feministas liberales argumentan que es necesario cambiar las leyes que impiden a las mujeres el acceso igualitario a la educación, al trabajo y el parlamento. Pero esto es en vistas a la competencia al interior del sistema; con la creencia que si se derogan estas leyes anticuadas, las mujeres llegaran a ser iguales a los hombres.

Las campañas sufragistas por el voto son un ejemplo del feminismo liberal en acción. Las campañas a favor de la mayor participación de las mujeres en el parlamento, más mujeres jueces y más mujeres jefas, se inscriben en esta tradición.

EL MARXISMO TRADICIONAL

La siguiente teoría que criticó la posición de la mujer en la sociedad fue el Marxismo; critica a los liberales por no reconocer la opresión económica de la mujer.

Argumenta que intentar la igualdad en un sistema de clases es imposible; para ellos la opresión de las mujeres es un síntoma de una forma de opresión mucho más básica: el sistema capitalista de organización social.

A partir de allí, la liberación de la mujer sólo podría ser alcanzada en una sociedad sin clases ya que en una economía capitalista la discriminación no puede ser absolutamente eliminada; tanto el contingente de potenciales trabajadores desempleados como los bajos salarios son necesarios para las grandes ganancias del capitalista.

Argumentan que las mujeres deben formar parte de la clase trabajadora para, en conjunto con los hombres, derribar la dominación de clases.

El problema con el Marxismo tradicional fue que no se refirió a la opresión de la mujer en la vida privada, por ejemplo el trabajo doméstico, la crianza de los hijos y la violencia doméstica.

En los países en los que la política Marxista se puso en práctica, como Rusia y Cuba, el rol de las mujeres en el campo laboral cambió pero no lo hizo el rol dentro del hogar. Esto significó para la mayoría de las mujeres el tener una doble carga: una en el trabajo y la otra en el hogar.

FEMINISMO RADICAL

El feminismo radical se desarrollo a finales de los 60 y principios de los 70 como una reacción a la falta de análisis de género dentro de la tradición Marxista. Aunque también se desarrollo a partir de que los logros de las feministas liberales en las áreas de las leyes, el voto y el empleo, no significaban un cambio en la opresión de las mujeres.

Las feministas radicales argumentan que es la institución social del género, y no el sistema económico, el origen de la opresión de las mujeres. En otras palabras la causa es el patriarcado, no el capitalismo.

Plantean que hay que mirar todas las relaciones que determinan la subordinación de las mujeres, antes que centrarnos en el aspecto de las mujeres como trabajadoras. Las feministas radicales fueron las que inventaron la frase: "lo personal es política", y fueron las primeras en centrar la atención en la opresión al interior del hogar.

Ellas creen que todos los hombres se benefician con la opresión de las mujeres y no creen que pueda ser abolida en una sociedad de clases.

La heterosexualidad es vista como una construcción sexual y una forma de dominación necesaria para mantener el patriarcado.

Defienden el lesbianismo como el único camino para desarrollar plenamente la sexualidad femenina sin que medien relaciones de poder.

Políticamente esto conduce a una posición separatista, que se traduce en que las mujeres deben luchar juntas y separadas de los hombres, en contra del los hombres para terminar con la opresión. Esta filosofía es representada por escritoras como Andrea Dworkin y Catherine McKinnon y en campañas como las de la Comunidad de Greenham.

Como podrán imaginar esta filosofía ha provocado fuertes reacciones de distintos sectores pero yo quisiera enfocarme en el problema que esta teoría tiene para los Anarquistas.

En primer lugar, no hay análisis de clase; frente a lo cual las feministas radicales argumentan que todas las mujeres comparten la misma opresión. Aunque las leyes de mujeres como Margaret Thatcher o Benazit Bhutto opriman a las mujeres, las feministas radicales platean que es porque ellas han entrado en el "sistema de valores masculinos" y han olvidado a sus hermana. Agregarían que Margaret Thatcher tiene mas en común con las mujeres oprimidas que con la clase dominante masculina, ¡lo único, es que no se ha dado cuenta!

En segundo lugar, su teoría no contempla la movilidad que permita explicar el cambio social. Mientras el materialismo histórico de las socialistas explica el cambio social, las feministas no tiene una teoría correspondiente.

En tercer y último término esta teoría nos remite a una visión conservadora con la noción de determinismo biológico, ellas plantean que hay diferencias esenciales entre los sexos. Los hombres son vistos como "naturalmente" opresivos y las mujeres son vistas como "naturalmente" mejores que los hombres. Esto no es muy alentador para el desarrollo humano en general.

EL FEMINISMO SOCIALISTA

El feminismo socialista ha intentado mediar con estos problemas uniendo las mejores partes del feminismo radical con un análisis de clase sobre la opresión de las mujeres.

Esta teoría plantea que tanto las sociedad de clases como la institución del género deben ser eliminadas para que las mujeres determinen libremente las condiciones de sus propias vidas.

La opresión es el resultado de la interacción entre el patriarcado y el capitalismo.

Rechazan la dicotomía entre el hogar y el trabajo y enfatizan el papel que juegan las labores domésticas en el mantenimiento de la explotación de una sociedad de clases.

Las feministas socialistas trabajan en sindicatos o en partidos de izquierda.

¿Funciona esta unión entre el Marxismo y el feminismo?

El problema es que el capitalismo nos remite a un sistema económico y el patriarcado nos remite a un sistema cultural. Las socialistas creen que el sistema cultural y sus manifestaciones como el sexismo y el racismo son producto del sistema económico capitalista. Yo pienso que es difícil argumentar que el capitalismo y el patriarcado funcionan en un mismo nivel.

Conclusión

Es importante entender estas teorías feministas por numerosas razones.

En primer lugar nos ayudan a entender las tácticas adoptadas por distintos grupos en torno a los temas de la mujer; por ejemplo, durante el Plebiscito sobre el Aborto, había grupos con distintas posiciones.

La campaña de anulación de la octava enmienda, enfatizada por los medios de comunicación y el lobby político, procedía de una perspectiva liberal. Aquellas que pretendían modificaciones en el tratado eran de tendencia Marxista, tradicional. La Coalición de las Mujeres, como organización aparte de los hombres, tenía una perspectiva radical. La DAIC era la que estaba más cerca de una posición Feminista- socialista.

En segundo lugar, el entender estar teorías nos ayuda a reconocer los distintos argumentos que esgrimen las feministas; del mismo modo que es necesario entender el concepto de socialismo cuando se debate con otros socialistas, el entender las diferencias dentro del feminismo nos ayuda a plantear un debate adecuado y determinar las verdaderas diferencias en nuestros planteamientos políticos.

En tercer lugar, el entender las teorías feministas nos ayuda en la creación de nuestra propia política en el área de la opresión de la mujer. El análisis de las feministas radicales sobre el trabajo domestico de la mujer ha sido una contribución importante a todo el debate sobre la igualdad entre los sexos. El postulado anarquista sobre la libertad personal nos ayuda a incorporar este tema, muchas veces descuidado, en nuestros planteamientos políticos. Como anarquistas estamos en contra de la opresión sobre la mujer en el hogar, en el trabajo y en el Estado.

viernes, 20 de marzo de 2009

LAS MUJERES DE SENDERO, VERDAD HISTORICA Y VERDAD HUMANA

Dedicado a: Magdieluz por ser ejemplo de tenacidad, perseverancia y sobre todo cambio.

“Es conocido un viejo  adagio que reza  "Detrás de un gran hombre hay una gran mujer". Para el caso peruano; específicamente, para Abimael Guzmán el adagio
se convierte: "Detrás de un mal hombre existen muchas mujeres". Durante 12
años el Perú fue víctima de la guerra interna, durante ese periodo Guzmán
estuvo convencido que él era, en frases de Santiago Roncagliolo, "LA CUARTA
ESPADA DEL COMUNISMO" obviamente después de Marx, Lenin y Mao. Pero tras
bambalinas, detrás del “pensamiento Gonzalo”, se esconde la figura femenina de
no solo dos mujeres   sino de cientos de ellas, mujeres que al pasar a la
clandestinidad tuvieron que abandonar a sus hijos, esposos y familias;  en suma cuenta, a sus vidas”.

En 1962 Abimael Guzmán fue nombrado profesor de la Universidad de San Cristóbal de Huamanga en la ciudad de Ayacucho. La ciudad que recibió al futuro líder de Sendero era muy distinta a su Arequipa natal la segunda ciudad del Perú; Ayacucho la tercera ciudad en el mapa de pobreza; la universidad había sido cerrada casi un siglo; en algún momento fue la segunda universidad del Perú siendo reabierta en 1958 con la aspiración de convertirse nuevamente en un centro donde se impartiera cultura de vanguardia; la universidad principalmente formaba profesionales para la sierra sur, pasaron por su aulas intelectuales de la talla de Luis Lumbreras Julio Ramón Ribeyro, Oswaldo Reynoso; este último recuerda los efectos políticos de la apertura de la universidad en un artículo publicado en el diario la república al ser consultado sobre Abimael como docente en la Universidad; al respecto dice: “En una zona de grandes abismos económicos, por primera vez los hijos de los hacendados y los profesionales compartían aulas con los campesinos, y se iban a tomar cervezas con ellos, y los conocían personalmente. Eso motivo una gran efervescencia revolucionaria en Ayacucho”.

Al respecto también, Eric Hobsbawm en su ensayo “REVOLUCINARIOS”, afirma que las universidades en el centro de las ciudades son los focos más peligrosos de motín potencial que las situadas en las afueras o tras algún cinturón verde. En efecto, las universidades albergaban una combinación explosiva de jóvenes disconformes y voluntaristas con capacidad de leer, conciencia crítica e imaginación utópica, esta sería la explicación de por qué las grandes universidades del mundo se encuentran fuera de la ciudad… Pero la universidad a la que llego a trabajar Abimael; específicamente la Facultad de Educación daba a la Plaza de Armas de Ayacucho.

Otro dato a resaltar es que la universidad a pesar de su nombre católico, seguía los principios del fundador del PCP José Carlos Mariátegui quien sostenía que la revolución en el Perú no sería obrera sino campesina, porque el Perú carece de industria, es un país agrario, así que los oprimidos están en el campo. Para consolidar esa revolución Mariátegui, un autodidacta que no había cursado educación superior, proponía trasformar la universidad en una herramienta de la lucha de clases; al respecto el historiador Fernando Iwasaki dice: “Mariátegui concebía a la universidad como una fabrica, y a los estudiantes como sus trabajadores. El objeto de las aulas académicas era colaborar con los sindicatos obreros, adquirir experiencias de combate contra las fuerzas conservadoras y practicar la autocritica para mantenerse en la vanguardia de la orientación ideológica. El ideal universitario de Mariátegui comprendía el gobierno de la universidad por los estudiantes, la libre asistencia a las aulas, la creación de cátedras paralelas, el derecho de tacha contra los profesores reaccionarios y la fundación de las universidades populares”

De aquí se puede inferir que para los mariateguistas, la prioridad académica era y en minúsculos casos lo sigue siendo, el adoctrinamiento. Por ejemplo los profesores de letras exigían en los exámenes una lectura antiimperialista de cualquier cosa, desde tecnología para la extracción de minerales hasta la literatura. Los que se limitaban a dar respuestas técnicas tenían pocas probabilidades de aprobar. Incluso los estudiantes de educación física debían cursar las tres asignaturas obligatorias de materialismo dialectico y cuatro de materialismo histórico.

En este contexto es que Guzmán se posiciona fácilmente en la universidad y llega a controlar las viviendas universitarias, la Dirección de Bienestar Estudiantil, La dirección de Ayudas y Becas, los comedores gratuitos en ese entonces; todo esto desde el anodino cargo de Director Universitario de Personal; a cambio también de sumisión total.

Cabe señalar que Guzmán no solo controlaba gran parte de la universidad sino controlaba también la escuela secundaria experimental Guamán Poma de Ayala, donde cursaba estudios LA PRIMERA MARTIR DE SENDERO LUMINOSO,

Edith Lagos, hija de un próspero comerciante ayacuchano, empieza a estudiar derecho en una universidad particular de la capital y lidera las primeras acciones de Sendero Luminoso en Lima y Ayacucho. Luego de su fuga del Centro de Reclusión y Adaptación Social (CRAS) de Huamanga en marzo del 82, muere asesinada en un enfrentamiento con la policía en Apurímac (sierra sur) en septiembre del mismo año, cuando sólo tenía como mencionamos anteriormente 19 años de edad. Su funeral fue multitudinario; miles asistieron a su entierro.

Se cuenta que cuando el ataúd salió a la calle en procesión hacia el Campo Santo, miles de personas esperaban para acompañar el entierro. Hay quienes calculan la masa en 30,000 personas; y aunque es probable que el estimado exagere, es indudable que se trató de una de las concentraciones más grandes de la década.

Al ser preguntada al respecto mi amiga Catalina Adrianzen, quien en algún momento de sus años en el Perú tuvo estrechos lazos con las mujeres específicamente de SL me responde vía e-mail: “Edith Lagos es una de las figuras que persiste como mito de los inicios de la lucha armada de Sendero en el Perú. La masiva participación de pobladores en su entierro revela la existencia de un vacío y la urgente necesidad de encontrar referentes. Es decir, una nueva forma de narrar de los sujetos excluidos de un proyecto nacional fundado alrededor de una cultura occidental-criolla, minoritaria, y a espaldas de la gran mayoría de los miembros de la nación. Edith Lagos aparece como contraparte de aquellos primeros muertos anónimos del conflicto, cuya identificación fue anulada por el Estado, y cuyo cuerpo fue olvidado por una sociedad criolla altamente racista, hasta el punto de negar la injusticia y violencia que se ejercía sobre la población andina, sobre todo indígena, a quienes se les consideraba -se les considera- ciudadanos de segunda clase y menores de edad. Es decir, seres "feminizados" que no llegan a convertirse en sujetos sino en cuerpos, cuya materialidad es ignorada y cuyo silenciamiento debe aguardar por una significación desde la cultura dominante.

Sobre esta terrible realidad consultando algunos textos encontré que Nelson Manrique ha señalado que: "No existe una conciencia generalizada de que la desaparición forzada de miles y la matanza de decenas de miles de personas constituya una tragedia nacional"

En este sentido por ejemplo nos interesa analizar cómo ingresa abruptamente el aspecto de lo femenino en contextos autoritarios como los de SL en los que lo dominante es el pensamiento masculino y encima no solo el masculino; sino el masculino abstracto (abimael) y de esta forma se define lo femenino como corporeidad negada. La hipótesis que planteamos para este primer caso de Edith y que no será tocada en esta investigación, es que su cuerpo fue convertido a propósito en un fetiche, en un objeto al cual se mira para conjurar a la muerte que siempre estuvo presente en las y los militantes de sendero, el asesinato para ser más exactos, y lo perturbador a lo que conlleva este hecho, es por eso que la toman como una mártir.

Augusta La Torre tenía 17 años cuando llego a su vida Abimael Guzmán en Ayacucho. Por esos años, Abimael era sólo un vehemente militante comunista y Augusta, era la buena moza adolescente hija de un conocido comunista de Huanta conocido con el apelativo de “Camarada Espartaco”. Quienes conocieron a Augusta dicen que era amable, pero a la vez una afiebrada oponente política. El “Camarada Álvaro”, como en ese entonces se le conocía a Guzmán quedó deslumbrado con su belleza y el ímpetu que la caracterizaba. La adolescente estaba entusiasmada como todos los comunistas de ese entonces, en hacer la revolución y Guzmán parecía ser el hombre que la conduciría hacia ella.

En el 65, “Norah” y “Álvaro” se casan. Ese mismo año viajan a la China para entrenarse y aprender tácticas en la guerra de guerrillas, asaltos, emboscadas y diseñar explosivos. Augusta no solo era la esposa de Abimael, era sobretodo su compañera de revolución.

Al otro lado del mundo, en Lima, Elena Iparraguirre, comenzaba a descubrir la doctrina comunista. Según propio testimonio a la Comisión de la Verdad y Reconciliación: “Entonces mi labor era formarme en la línea de Mariátegui, así se decía en esos tiempos. Entonces me ponen en Socorro (Popular), reproducen las luchas de Huanta y de Ayacucho sobretodo, y los presos. Así asumo mi condición de militante el año 1968”.

En el 74, Iparraguirre, casada y con dos hijos, conoce a Abimael Guzmán y decide dejarlo todo por él.

“La primera escuela popular a la que yo había asistido fue cuando regresé inmediatamente de Europa, la dirigía el camarada “Gonzalo”, entonces yo fui con un grupo de mis amigas, yo ya la conocía a “Norah” pero no sabía que era su compañera ni nada, entonces allí él fue uno de los ponentes, me impresionó bastante porque expuso sobre la historia del partido”, relató.

Elena se enamoró perdidamente de Guzmán y a partir de ese momento se convirtió en la “Camarada Miriam”.

COMPARTIENDO EL PODER:

Eran días de peleas internas, tiempos malos y violentos, los comunistas estaban partidos y buscaban simpatizantes que les aseguraran el poder total. Abimael para ese entonces ya contaba con dos aliadas estratégicas: “Norah” y “Miriam”, a quienes coloco como sus lugar tenientes en los puestos 2 y 3 respectivamente.

Narro Oscar Ramírez Durand alias “Feliciano”, a la Comisión de la Verdad: “Gonzalo hizo del PCP su pueblo, concentrando el poder en una sola mano, y más aún en complicidad con sus dos cómplices “Norah” y “Miriam” a quienes promovió al autodenominado comité permanente histórico concretando el culto a su persona”.

En el 79, el Abimael Guzmán decidió iniciar la “Guerra Popular”, un año más tarde, instauro la cúpula de Sendero Luminoso. Para sorpresa y descontento de muchos de sus militantes, entre ellos “Feliciano”, la número 2 y la número 3 fueron la esposa y su fanática admiradora, Elena Iparraguirre. “Norah” y “Miriam” comandaron los primeros atentados de Sendero.

Cuenta Elena Iparraguirre: “En mi caso asumimos el inicio experimentando el plan piloto de grupos armados para dirigir un coche bomba”.

Tres años más tarde, en el 83, Abimael se autoproclama presidente de la república popular del Perú, y el "pensamiento Gonzalo" se convirtió en el pensamiento guía. Según narraciones de “Feliciano”, el numero 4 de Sendero en ese entonces y mando militar de campo, esto marcó el inicio del culto fanático a Guzmán. “Norah” y “Miriam” fueron las primeras que se rindieron ante él. Y cómo no.

“Feliciano” refiere: “Quien inicia esas cosas era Norah “Agacho la cabeza frente al partido y frente al presidente Gonzalo” Entonces la otra repetía lo mismo, entonces los demás tenían que seguir porque sino, no te daban el molde, te metían esas cosas en la cabeza

Consultado para esta investigación el Dr. Lavera opinó que: “en el tipo de movimiento de Sendero Luminoso, el líder absoluto es absoluto, es por lo tanto una imagen que tiene una connotación divina. Freud diría es el tótem. Ahora, el tótem es generalmente le encarnación de un padre, de una figura paterna, en este caso es una figura paterna drástica, es una figura paterna que pasa por encima de la muerte, que puede ser sanguinaria”.

LA MUERTE DE LA NÚMERO DOS Y LA ASUNCION DE UN PUESTO CLAVE.

El secreto mejor guardado quizá de Sendero es la muerte de Norah. Abimael, Augusta y Elena vivían bajo el mismo techo. Un 14 de noviembre, Augusta la Torre, “Norah”, la esposa de Guzmán durante 23 años, murió sospechosamente. Abimael nunca quiso, explicar la razón y la forma cómo murió “Norah”. Guzmán dijo que su esposa había muerto de un problema cardiaco. Y Elena Iparraguirre lo respaldó. Pero en su organización, sus camaradas sospecharon que ellos la mataron. Uno de ellos, la “Camarada Juana”, se atrevió a solicitar en una plenaria del partido que se formara una comisión investigadora para establecer de qué murió “Norah”. Abimael aceptó, pero nadie quiso integrarla .El cuerpo de “Norah” fue enterrado en un distrito de Lima, pero luego desapareció. Su muerte nunca fue esclarecida.

Para la policía, Norah podría haber sido empujada desde un segundo piso y que murió a consecuencia de los golpes. Guzmán es uno de los sospechosos. Al parecer existían discrepancias ideológicas entre ambos. Pero algunos miembros del partido, como Feliciano, estaban y están convencidos que Elena la asesinó. De hecho, durante el funeral, un desencajado Guzmán, con varias copas de más, contradijo su tesis del infarto y sugirió que Norah se habría suicidado. (Video policial)

Es así que Augusta se convirtió en la heroína de la revolución y segundo icono femenino dentro de sendero y la “Camarada Miriam” desde ese entonces en la mujer de Gonzalo, en la número 2 de Sendero Luminoso, ejecutaba las directivas y cuidaba personalmente a “Gonzalo”.

Feliciano aseguró a la CVR que la idea de bailar en homenaje a “Gonzalo” (en su cumpleaños registrado en el video donde baila Zorba el Griego) fue de Iparraguirre: “’Miriam’ lo propuso. Estábamos en el Permanente. Yo recién entro al Permanente en 1989. Y ella dice hay que filmar. Yo no estaba de acuerdo pero que iba a hacer. Todos estábamos de azul, medio uniformados. Al comienzo decían que era bonito color, que así también era en China”.

“Ahora no es una, sino son varias mujeres. Si recordamos el famoso video de Zorba, te das cuenta que hay montón de mujeres girando alrededor de él. Todas tratan de complacerlo y de cuidarlo”, precisó “Feliciano” a su interlocutor en la CVR.

UNA OTRORA COMBATIENTE

Magdieluz Quinilla U. tenía 15 años de edad cuando su madre, una mujer campesina residente en la provincia de la Convención específicamente en el distrito de Quellouno falleció por falta de atención médica a consecuencia de una infección urinaria. Su padre un campesino pobre agricultor de hoja de coca de avanzada edad y dos hermanos menores de 1 y 3 años respectivamente eran su única familia. Al cumplir los 16 años un amigo de la familia apodado “el saqgra” ofrece ayuda económica a la misma, Magdieluz, al ser prácticamente el único sostén económico familiar acepta sin reparo alguno; es así que se va imbuyendo en el mundo de la subversión, recibe panfletos hechos a mano, recibe instrucción básica en la utilización de armamento. Al poco tiempo es trasladada de su localidad a Ayacucho donde recibe instrucción escolar por las mañanas y por las tardes instrucción militar específicamente en el uso de explosivos; vive en la casa de “una señora bien buena” que le daba todas las atenciones supliendo el rol materno a la que conocía con el nombre de “Mirtha” a la que tiempo después los “cachacos” se llevarían a patadas; nunca más supo de ella. Al cumplir los 17 años fue bautizada con el apelativo de “camarada Érica”. Abandonó la escuela y formo parte de una columna senderista en las serranías de Ayacucho. El rol que desempeñaba era la de S1 (código militar americano para designar las funciones de primeros auxilios) ocasionalmente también cocinaba en los campamentos a mas de 4 mil metros de altura: “Hacíamos hervir el hielo para convertirlo e agua y poder tomar”. Participo en muchos enfrentamientos, fue herida tres veces, participo en la “demolición” de innumerables torres de alta tensión, entre otras actividades. Fue capturada el 4 de mayo de 1991. Se acogió a la ley de arrepentimiento sin saberlo, fue liberada el año 96. Ahora Magdieluz va cumplir 38 años se desempeña como empleada domestica en la ciudad de Arequipa ciudad a la que llego traída con engaños a los 27 años, tiene un hijo de 10 años y no quiere que su hijo pase lo que ella paso.

Conocí a Magdieluz hace 11 años, trabajaba en la casa de un familiar muy cercano, la recuerdo como una chica muy callada con unos ojos enormes de color negro, cabello corto vestía jeans y zapatillas blancas siempre. Le gustaba comer panetón pero nunca lo decía, le gustaban las fiestas que realizábamos en casa, hablaba con voz muy baja pero dejándose escuchar, nunca lloraba y siempre aparentaba estar sola. Los domingos, día de su salida se quedaba en casa; lavaba su ropa se peinaba horas de horas, le gustaba mirarse al espejo. Por ese entonces llegó del extranjero mi prima hermana con intensiones de radicar en el Perú específicamente en Arequipa como es de suponer. Al poco tiempo de su arribo empatizo tanto con Magdieluz que se la llevo a trabajar a su departamento en una zona residencial de la ciudad… las dos pasaban horas de horas conversando puesto que mi prima aun no era casada y estaba sola con Magdieluz. Así pasó el tiempo hasta que escuche a mi madre hablar con papá de Magdieluz; le pedía por favor que averigüe sobre la chica ya que le había confesado a Mercedes (mi prima) toda su verdad o por lo menos parte de ella. Fue un baldazo de agua fría para toda la familia saber que convivías con una ex reclusa, la primera tontería que se me paso por la cabeza fue pensar que ella era la culpable de la perdida de mi colección de monedas extraviada hace un par de meses. Luego de algunos días y de algunas llamadas papá pudo averiguar bien quien era realmente esta chica; ¿había dicho la verdad por lo menos? Pensé... o era todo un invento para llamar la atención o yo que se…

Pues si Magdieluz había dicho la verdad, claro que un poco tarde pero la verdad al fin. Recuerdo cuando papá hablo con ella y le increpo de por qué no había dicho la verdad antes, ella respondió una genialidad: Nadie me pregunto. Esto era cierto, pues mi tía lo corroboro luego con la ingenua respuesta de: ¡¡ay pues quien iba a pensar¡¡.

La situación real fue que encontré mi colección de monedas y Magdieluz se quedo a trabajar como lo viene haciendo hasta el día de hoy en mi familia.

Nunca pude preguntarle a Magdieluz sobre su verdad, siempre me acobardaba, pensaba que podía traer recuerdos infelices a su memoria y valgan verdades no quería causarle el mínimo daño con mis preguntas impertinentes, ella ahora era feliz tenía un hijo y quién era yo para perturbar esa tranquilidad.

Motivado por la curiosidad de investigador entrometido y también por la nota del curso de metodología de la investigación es que a principios de este año me atreví a vencer mi cobardía para con Magdieluz y le propuse hacer una entrevista a lo que ella obviamente se negó: “que vergüenza joven José, que van a decir las mamas del colegio”. (se refería al colegio donde estudia su hijo). Sin más remedio y sin argumento sólido tuve que abandonar el intento, posteriormente le explique que no era para televisión ni para radio solo era para un curso de la universidad que si quería solo tenía que poner su nombre y su primer apellido, al fin de cuentas ella sabía que en Arequipa existen 12 Magdieluz Quinilla por su DNI y que si quería podíamos prescindir de una filmadora y que solo se escucharía su voz; Además no hablaríamos de cosas que ella no quisiese.

Le di un abrazo de felicidad al escuchar su respuesta, esta vez no estaba feliz por el curso de la universidad sino por mí; por fin podría hablar abiertamente con ella y preguntarle las cosas que aun me intrigaban de sendero. Concretamos una cita en mi casa para el día domingo, día de su descanso, ella llego al promediar las 10 de la mañana vino con Emilio su hijo a quien le fascina jugar con mis juguetes que aún conservo en mi habitación, mientras Emilio jugaba mi mama le ofreció de desayunar a Magdieluz a lo que ella accedió; tomamos desayuno solo los dos (valga aclarar que los domingos me levanto tarde), luego fuimos a misa a la capilla de la Urb. La invite a almorzar a ella y a Emilio; nos fuimos a un fast food conocido en la ciudad; a medida que pasábamos tiempo juntos la comunicación era más fluida, me sentía inquieto, intranquilo, muy ansioso de empezar ya a preguntarle cosas. Había preparado una pequeña guía de entrevista; o sea se puede decir que tenía la intención de realizar una entrevista semi estructurada. Llegamos a casa, Emilio se quedo entretenido jugando play station en mi cuarto Magdieluz y yo estábamos solos en la sala; le pregunte que si podíamos empezar la entrevista, a lo que ella accedió. La vi un poco temerosa, se frotaba las manos, su mirada había cambiado bruscamente; le pregunte que si estaba bien, que si quería lo dejábamos para otro día; ella me dijo: “Ay joven con todo lo que usted ha gastado hoy día como le voy a hacer esperar” le dije que de ninguna manera se sienta comprometida que si no estaba preparada lo podíamos dejar para otro día; ella insistió en continuar; le pedí autorización para encender la grabadora a lo que ella accedió con un poco de recelo y empecé la siguiente entrevista:

(estoy convirtiendo el formato de la grabación que dejare colgado a mas tardar mañana)

 

Después de lo vertido en esta entrevista y teniendo conocimiento de los casos anteriores podemos concluir que:

Primero: Las decenas de mujeres que fueron parte del movimiento terrorista Sendero Luminoso fueron motivadas por el Amor en algunos casos, las necesidades económicas en otros, pero principalmente por su firme convicción de que el cambio es posible. Aceptamos desde aquí que se equivocaron en la forma; pero es de admirar la voluntad y arrojo que tuvieron por un ideal.

Segundo: Concluimos que la figura femenina en el movimiento terrorista sendero luminoso fue de vital importancia para el accionar político e inclusive militar, sin las mujeres de sendero; el mismo; habría sido desarticulado rápidamente.

Tercero: Es necesario un proceso de franca y abierta reconciliación entre los peruanos impulsado desde el gobierno nacional para no olvidar lo sucedido, que se olviden mezquindades eminentemente burocráticas y se acepte la cooperación internacional para la construcción de un museo; consideramos que esta es una forma valida de tener siempre presente y no solo en el recuerdo nuestro conflicto interno.

ANEXOS 1: Cuento corto escrito desde la prisión por la otrora “Camarada Miriam”

EL VIAJE HACIA EL MAR
Esta es la historia de un viaje hacia el mar, una pequeña, pobre pero muy valerosa familia, heredera de una tradición de valientes, emprendió los preparativos para viajar de los Andes hasta el mar; conocerlo y navegar en sus tormentosas aguas para arrancar de él todas sus bondades y entregarlas a su pueblo era su único interés. Desde muy joven se empeño en conseguir un viejo camión abandonado por sus indolentes dueños y aherrumbrado por los años. Pacientemente lo reparó hasta dejarlo como nuevo, fue ayudado por los suyos y cuando sus hijos crecieron les enseño a cuidarlo y conducirlo. Cuando por fin el camión estuvo listo y todos los preparativos conducidos iniciaron el largo viaje.
El camino era escarpado, sinuoso y el frío de la tormenta los acechaba golpeándolos implacablemente, empero lucían felices en su denodada brega. Desplegaron seguros su marcha y avanzaron conducidos por el padre sabio y tenaz, firme y decidido; la gente de su pueblo y la región comentaban de ellos y salían a mirarlos. Más, en la ruta aumentaron las dificultades: unos quedaron en la mitad del camino, algunos enfermaron y otros también murieron, pero siguieron avanzando, sólo faltó tramontar la última cumbre, aquella donde las negras, crueles aves rapaces solían atacar más a los viajeros; negras nubes se aglutinaron en los cielos. La neblina espesó y el denso silencio de la puna, una indeseada presencia los detuvo: la patrulla de caminos, por la negligencia de uno de los hijos, faltaba justamente el documento que el guardia demandaba. El padre fue así conducido a la prisión.
Los hijos desconcertados, aturdidos o callados se fueron manejando el camión. Más tarde el padre después de mucha reflexión pidió al comisario lo dejase hablar con su familia; quería decirles que era preciso guardaran el camión, el escollo final, era el tramo más duro. Tendrían que soportar el ataque de muchos buitres, descifrar lo que el cielo presagiaba y sus hijos aún eran jóvenes.
Continuar así en esas malas condiciones encerraba graves riesgos, se imponía un viaje, un cambio en los planes: la suspensión del viaje. Tras de muchas tentativas el padre logró convencer al oficial pero éste no los dejó verlos sino sólo hablarles por radio, lo hizo hasta dos veces pero no obtuvo respuesta alguna.
Fue que los hijos habiendo oído el llamado, primero lo negaron y se enzarzaron luego en la disputa si terminar o proseguir el viaje de inmediato hasta que al final decidieron prescindir del padre, y usurpando su lugar prosiguieron la marcha, arrancaron para proseguir muy ufanos y altaneros, como a quien cae del cielo la ocasión soñada, más al salir se desviaron del camino, se estrellaron contra las rocas y cayeron al abismo.
Tiempo después… las hijas y los hijos de los hijos del padre, empapados con su luz, condenaron a los otros, reconstituyeron el camión, reemprendieron el camino y llegaron hasta el mar.

ANEXOS 2 : Poema escrito por la otra senderista.

El Remolino Rompió la Calma

De lo alto de una montaña

Al lado de una inerte piedra

A la aroma de las hiervas silvestres le pregunto: ¿Cuánto falta para que el río aumente su caudal?

Para que tormentosamente arrastrase este cruel presente Hacia el sur diviso los anchos caminos,

Y en las pampas se notan los remolinos Pregunto yo al remolino:

¿Por qué te diriges al sur?

¿Qué quieres arrasar?

La iniquidad del pasado, posada allí

Retomo el camino curvilíneo zigzagueante se dirige allí; Donde la calma ya es tormenta;

Donde la tormenta ya no quiere ser calma Piedra inerte;

Por muy piedra; por muy inerte; sé que el camino, el río, la pampa y el remolino

movió sus guardados sentimientos

Hierba Silvestre aroma puro; Te ruego acompañarme en mi camino

Serás mi bálsamo en mi tragedia;

Serás mi aliento en mi gloria,

Serás mi amigo cuando crezca;

Sobre mi tumba allí:

Que la campiña me cobije,

Que el río me conteste,

La pampa arda;

El remolino vuelva,

El camino descanse;

¿Y la piedra? La piedra lápida eterna

Será en ella grabado

¡ ¡ ¡Todo quedará!!!

A:

Los héroes anónimos de la guerra interna que vivió el Perú.,

ANEXOS 3: Palabras de Maritza Garrido Lecca

Tras un juicio relámpago, los jueces sin rostro leyeron la sentencia: “Cadena perpetua por traición a la patria”. Una voz precisó: “Porque es una dirigente en potencia”. “¡Entonces encierren a los niños!”, exclamó la condenada. Maritza Garrido Lecca tenía 27 años cuando fue detenida en la casa que, bajo la apariencia de una escuela de danza, servía de escondite a Abimael Guzmán y a las principales dirigentes de Sendero Luminoso. Ha pasado los últimos nueve años en tres penales, la mayor parte en la cárcel de máxima seguridad de Yanamayo (provincia de Puno), a 4000 metros sobre el nivel del mar. “En todo este tiempo no vi nunca a mis padres, sólo a mis hermanos, porque mi padre no resiste la altura. Fueron siete años muy duros. El primer año estuve sometida a lo que llamaban aislamiento celular continuo. No podíamos salir al patio ni recibir visitas. Así un año. Te sentías realmente enjaulado”.

Bibliografía:

  • Angulo, Toño. “Llámalo amor, si quieres”. Aguilar, Lima 2004
  • Berlín, Isaiah. “Sobre la libertad”, Alianza Editorial, Madrid, 2004.
  • Bowen, Sally y Jane Holligan, “El Espía Imperfecto”, Peisa, Lima, 2003
  • Dargent, Eduardo y Alberto Vergara, “La batalla de los días primeros”, el Virrey, Lima, 2000
  • Hidalgo, Teodoro, “Sendero Luminoso: Subversión y contra subversión”, Aguilar, Lima, 2004
  • Iwasaki, Fernando, “ Sendero Luminoso, un caso de amaestramiento terrorista”, ponencia leída en Los Virus de la Violencia, II Jornadas por la Paz, de la Fundación Alberto Jiménez-Becerril contra el Terrorismo, Sevilla.9 y 10 de noviembre del 2000.
  • Uceda, Ricardo, “Muerte en el Pentagonito”, Planeta, Bogotá, 2004
  • Archivos: Revista Varetas, Quehacer, Resumen Semanal DESCO

Páginas web:

 

Resumen en Diapositivas:

jueves, 12 de marzo de 2009

Las mujeres no necesitan ser comprendidas sino amadas…. ¿What?

Por fin termine de leer  el libro de JOsefina Barron titulado “MAlabares en Tacop Aguja” de editorial NOrma lo unico que me queda por decirles es que es un libro genial o como ella misma lo diria es un libro pre post anti pro fenimista.. una verdadera joyita que recomiendo a todos. Aqui les dejo una partecita  del libro que viene a ser algo asi como un monologo:

 

Me gusta ser mujer porque puedo ser madre
Madre de mis hijos
Madre de mi padre
Madre de mi esposo
Madre de los hijos naturales de mi esposo
Madre de toda la humanidad.
Algo así como la Virgen de la Leche. O la rebosante vaca lechera de una reconocida marca de quesos.

Me gusta ser mujer
Porque puedo ser hija
Hija de mi padre
Hija de mis hijos
Hija de mi marido
Delicada flor de cristal que se debe cuidar. Y mantener.
Me gusta ser mujer
Porque me recogen y me llevan
Porque me escogen y me llevan
Me abren las puertas, pagan mis cuentas
Me ponen del otro lado de la pista cuando camino por la vereda
Me regalan flores, bombones, piedras preciosas
me sacan a bailar, a pasear
Y no tengo que hablar si no quiero
Solo debo ser un adorno que sonríe

Me gusta ser mujer porque puedo maquillarme en las mañanas
para verme menos fea
Y puedo maquillarme en las noches
para verme aún más bonita
Puedo aumentarme carnes

y quitar las que sobran

Me gusta serlo
porque si meto la pata
Tan solo lloro
Y si la sigo metiendo
Entonces se me baja la presión
y desvanezco

Y todo, todo se soluciona
Me gusta ser mujer
porque cada veintiocho días tengo permiso
para ensayar histerias, componer dramas, melodramas, poemas de amor
y diatribas horribles
puedo pelear con el mundo y el mundo siempre perdona
puedo parir y deprimirme
puedo parir
me gusta serlo porque puedo llorar por todo
y por nada
me gusta ser mujer
porque no me quedo calva
porque puedo llevar carteras
porque puedo fingir el dolor y el placer
porque puedo decir verdades mintiendo
porque puedo ponerme zapatos de taco doce
si soy enana

no podría haber nacido hombre
sería terriblemente infeliz
quizás una de esas locas que anda siempre acontecida

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